“Lo único que separa a un hombre de lo que quiere en la vida, es comúnmente la voluntad de intentarlo y la fe; para creer que es posible”.
A lo largo de la historia, el hombre ha tratado de darle significado al mundo, ha contemplado un sinfín de procesos que han marcado su progreso, su vida y que, en el último de los sucesos, le han permitido tener fe. Pero esta fe, dentro de su generalidad, nos da idea de lo que buscaban aquellos primeros hombres; una esperanza posible de lo que desearían, pasara.
Esta fe, dentro de las normativas de las sociedades contemporáneas, se ha intensificado en todo su sentido y usado a expreso de las particularidades de cada nación. Pongamos un ejemplo: Dentro del núcleo de una familia, existe un integrante que se encuentra en un cuadrante de depresión, y la familia desea tener fe porque salga a adelante. Este ejemplo tiene dos razones; una situación a priori, donde nuestro conocimiento técnico y científico no tiene un encuadre, pues nos encontramos ante expectativas subjetivas de los individuos; significa un malestar para aquellos que conviven con esta persona. Aquí, nuestro concepto de fe, no sólo carece de un carácter objetivo y científico, sino que, se trata de predecir, de encontrar probabilidades no realizadas.
Y este tipo de fe, se convierte inexorablemente en el enterrador de las naciones y de los políticos, también. ¿Cuántas veces hemos escuchado que nos mencionan “Tengan fe en sus autoridades que habrán de resolver tal problema”? O aún mejor, nosotros mismos: “Habrá que tener fe porque pase tal materia”. Nos deja en un campo de misticismo, un campo donde no podemos ni debemos de formar parte, pues esto troncaría con nuestros principios científicos que tanto nos ha costado defender. La fe dentro de las religiones es una situación constante en cualquier parte del mundo: tener fe sobre las divinidades presentes en cada cultura, nos exhume del “pecado por naturaleza”. Es decir, nuestra fe esta puesta y dispuesta a creer en un camino del pecado confeso y tratar de redimirlo mediante una fe puesta en Dios. En todo lo anterior, encontramos una acción profesa de acciones empíricas, donde la sutileza de un deseo porvenir es su hipótesis.
Pero también tenemos la otra situación, los que detrás del espejo están tratando de gritar verdades y cuyo brazo de bronce ignoramos por completo. En este sentido me refiero a la gente del llano, a los campesinos, a las clases más indefensas y pobres con las que cotidianamente chocamos.
Este ente multifacético y que se repite en toda la historia de los pueblos del mundo, es donde la fe, carece de su objetividad puesto que su realidad no es diferente; no son hipocondriacos en este sentido, sino todo lo contrario; han observado su entorno y desean modificarlo, poder vivir en él, desarrollarse dentro de sus posibilidades, pero es esa realidad chocante, ruidosa, estrepitosa y aislada, la que hace que su fe se imponga como la mayor consigna y grito de esperanza de la cual puedan tener. Y claro que aquí habrá discusiones sobre el estilo de vida de la población, por ejemplo dirán “Pero es que a ellos les gusta su forma de vida, no desean más, están bien en sus comunidades, tienen trabajo” Observar este punto de vista, refleja la decadencia de una sociedad que se ha visto limitada a interpretar la realidad social, pero no ha dado el salto de la transformación. Porque no recuerdan que durante años han sido servidores de sus propias tierras y sus condiciones ignoradas por muchos. ¿Acaso debemos de quitarles su fe, lo único lógico dentro de sus comunidades, y decirles “Tu forma de pensar está mal, vengo a cambiártela” Por supuesto que no. De lo que se trata es de ir con espíritu investigativo; de conocer los padecimientos de aquellas poblaciones, de su realidad tan surreal que conocemos ambiguamente. Y cuando hayamos dado este paso tan importante dentro de nuestras sociedades, la fe, ese vocablo tan sencillo pero tan falso como cierto, habrá de extrapolarse hacia aquellos que, durante mucho tiempo ignoraron a las personas que juraron servir. Será entonces cuando la fe tenga un carácter monstruosamente de arrepentimiento.
Nota Extra:
Teletón es un juego de artimañas, donde las necesidades especiales son de aquellos que visten de frac, donde el uso estratégico del sentimentalismo sólo es claro de ejemplo de que las autoridades deberían dedicarse a trabajar y destinar recursos, muchos más recursos a una solidaridad desinteresada y fuera del juego político. Es una lástima que tan brillante idea, se utilice como desvío de recursos; es una burla consciente hacia un pueblo que ha despertado de las fantasías exóticas la que fue sometido.
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