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miércoles, 9 de junio de 2010

EL SUICIDIO Y SUS CONTROVERSIAS Por Psic. Luis Daniel Del Valle Guevara


El suicidio (del latín sui caedere, 'matar a uno mismo') es simple y sencillamente el acto deliberado de matarse a sí mismo; en muchas doctrinas y civilizaciones es considerado como una actitud deleznable, no tanto por el morir, sino por el violentar los tiempos, ya que en ellas la muerte es dictaminada solo por Dios o los Dioses correspondientes, y el cometer suicidio representa contrariar la voluntad divina.

Si bien la muerte se acepta como ineludible, lo que no se tolera es cuando ésta es provocada por otro humano, adoptando nuevos matices cuando viene de uno mismo. En el catolicismo, por ejemplo, cualquier suicida, sin importar si llevo una vida plena y ejemplar, por el simple hecho de morir por su propia mano implica una condenación inmediata al infierno. Según la visualizaciones del infierno de Dante, los suicidas se convierten en árboles secos y quebradizos que sufren espantosos dolores cada vez que se rompen sus ramas, las cuales se restauran continuamente para ser segadas de nuevo y reanudar el martirio.

México es uno de los países de América Latina con más altos índices de suicidio en jóvenes y las causas más comunes son las depresiones, las relaciones afectivas deterioradas y la falta de comunicación de los hijos con sus padres. En los últimos tres años la tasa de suicidio en menores de 15 años se elevó en este país de 8.3 por ciento a 11 por ciento en el caso de varones y del 12.1 por ciento a 16.5 por ciento en el de las jóvenes. Según estudios oficiales, el 55 por ciento de los muchachos que se quitaron la vida eran hijos únicos y la gran mayoría lo hizo en su casa. La mayor parte de quienes se suicidaron eran católicos y un cinco por ciento, cristianos. Yucatán, Campeche y Tabasco son las ciudades con mayores índices de suicidio en jóvenes de la República mexicana.

Dese una perspectiva sociológica, sobresale un detalle importante: los suicidas son en su mayoría exclusivos de la vida urbana, y mientras más industrializada, mayor es la tasa de incidencia. Por ejemplo, en E.U.A. los porcentajes indican una mayor propensión en personas viudas o solteras que en casadas, con poca o nula fe religiosa; estos datos han permitido determinar que dicha situación es propia de áreas donde se fomenta el aislamiento social y la falta de responsabilidades comunitarias. También, que las posibilidades de llevarse a cabo aumentan cuando se atraviesa por estados depresivos. En este caso, generalmente se escogen lugares públicos para quitarse la vida y llamar la atención de un modo un tanto exhibicionista, intentando una reafirmación de que al menos todavía se puede ser importante para el cúmulo social.

Por otra parte, algunos suicidios son admitidos en determinadas situaciones y para sectores específicos. Un ejemplo concreto y popular son los pilotos kamikaze en la Segunda Guerra Mundial. Estos pilotos japoneses conducían aviones cargados de explosivos con la única finalidad de estrellarse contra los acorazados, a los cuales era posible dañar con una detonación de esa magnitud.

Resulta un poco confuso el entender la lógica de esta estrategia militar basada en el suicidio, por lo menos desde el pensamiento occidental, pero en términos japoneses, todo se explica a través de su complejo sistema de valores y honor: si hay algo peor que un fracaso militar, es vivir bajo el estigma de haber sido derrotado. En consecuencia, no existe mayor honor que morir en batalla y, por lo tanto, los kamikazes no solo eran apreciados, sino fomentados.

Asimismo, en la cultura japonesa existe el seppuku, vulgarmente llamado harakiri, el suicidio ritual por razones de honor, y que según el Bushido (el código de honor samurái), en un momento dado, morir a manos de un enemigo muy superior constituye un honor. Ahondando un poco más dentro de esta filosofía, muchos samuráis se perfumaban los cascos y el cabello, para que si casualmente morían decapitados por un espadachín muy hábil, demostraban su agradecimiento por lo menos con que su cabeza oliese bien.

Mención especial merecen los suicidios colectivos, usualmente apoyados en un fanatismo religioso. Si bien algunas especies animales, como las ratas de cloacas o los leminos, a veces recurren al suicidio colectivo cuando su población aumenta demasiado- algo fácil de que suceda debido, pues estos roedores tienen varias camadas y se desarrollan muy rápido –la especie humana opta por la muerte en grupo no por razones prácticas, sino de fe, viendo al suicidio no como un crimen, sino como una liberación forzada del espíritu, el cual se escapa de los límites del cuerpo material. En este rubro son notorios los casos de la secta Heaven´s Gate (relacionada con el cometa Hale-Bopp) y los ocurridos en varias regiones de África. Dicho sea de paso, la decisión es tomada a instancias del correspondiente religioso.

Otros más aunque poco frecuentes, son los suicidios “altruistas”, los cuales, por una extraña dinámica de apreciaciones debido a las circunstancias en las que se dan, se catalogan más como actos heroicos que como los atentados que son. Ocurren generalmente en el marco de situaciones bélicas o de emergencia inmediata, y van desde el asiduo soldado que muere “en honor de su bandera” (pocos son los países que no tienen uno de estos en su respectiva historia) hasta el individuo que se sacrifica para que otros sobrevivan (ya sea distrayendo a una o varias fieras salvajes mientras los otros escapan, u ofreciéndose como alimento, incluso si esto implica canibalismo). En comparación con el suicidio común, este último ni siquiera recibe tal calificativo, sino el eufemismo “ofrendar la vida por…”

En todo caso, lo que siempre es evidente es que el libre albedrio humano es una de las virtudes más apreciadas, y el suicidio puede valorarse si se da más por convicción voluntariosa, que como solución desesperada. Entonces ¿Qué valores son inculcados y promovidos por la sociedad en la actualidad con respecto a la vida? Es entonces justo concluir que como seres sociales damos un valor a la vida bien utilizada, siendo esto, una capacidad para mantener la vida comunitaria agradable y tranquila al no ejercer violencia quitándose la vida uno mismo, así como ofrendarla para preservar una u otras vidas más. Observando entonces un posible reflejo de un sistema capitalista para el uso o “consumo” de una vida, siendo que no debe de “desperdiciarse” si no será para preservar la vida de otros individuos, percibiéndola de igual forma con una potencialidad para mantener la vida cotidiana en convivencia.

Asimismo, no debe entenderse que, con base en el libre albedrio, los individuos deberían ser capaces de suicidarse sin repercusiones o prejuicio alguno, sin embargo, reconsiderar los valores que atañen el tema del suicidio donde la elección de la muerte es justificable frente al escape a través de ella, como dice cierta inscripción rúnica del siglo II a.C.: “Hay quienes saben que un día morirán, y hay quienes saben que un día decidirán morir”.

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